Últimamente soy especialista en las retiradas a tiempo. Antes de hacerme un daño irreparable, me retiro. Aunque esté desarrollando una sorprendente capacidad de restauración, es mejor invertir el tiempo en reinventarse que en arreglar cada destrozo del corazón. Viendo que lo anterior era débil, para qué recuperarlo. Por qué no probar la elegante indiferencia. No hagamos el ridículo caballeros. Obviemos los sentimientos.
Me he vuelto especialista en saber cuando debo retirarme, parar, no forzarme, no exhibirme y provocar mi destrucción. Autodestrucción. Evitémosla. Obviemos los sentimientos.
Esta bien eso de ser tu propia heroína, y alejarte tu sola del peligro sin bombas nucleares estallando entre las costillas. Saber que eres capaz de actuar según tu instinto de supervivencia y no según esa voz que te pide a gritos que te tires por cada precipicio que veas, o que te enamores de cada rayo de sol que te toque. Es agradable. Y útil. Y práctico.
Se acabó el romanticismo.
Tu no querrías esto. Imagino que no querrías que yo fuera así. Pero yo tampoco querría que tu estuvieras allí, en vez de aquí impidiéndomelo.
Un beso, un abrazo y un te quiero estés donde estés.
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