No sé si es que ya no tengo tanta
paciencia como antes o si es que ahora tengo mucho más amor propio que hace
cinco años. Pero no he aguantado más. No he sabido controlarlo ni llevarlo ni
filtrarlo. Esta vez me he tapado la boca y me he largado. Sé que no hice lo
correcto, pero los demás nunca lo hacen y estoy harta de justificarlos en mi
cabeza para poder seguir conviviendo con ellos. En mi cabeza todo funciona mal,
pero eso me permite sobrevivir. Como si ese fuera mi objetivo, o como si
tuviera uno.
Hoy no te escribo una carta de
las mías a mano, porque estoy realmente enfadada y uno no debe utilizar medios
lentos para procesar una combustión. No hace ni dos horas que alguien me dijo
que yo era insensible, que no había furia en mi interior. Oh, no sabe lo mucho
que se equivoca. He ido acumulando a lo largo de estos años un arsenal de
inquietudes y divagaciones que al no encontrar buen puerto se iban quedando a
la deriva, en mi triangulo de las bermudas personal. Sí, yo me enfurezco, los
contratiempos me dan rabia, las personas me hace montar en cólera y por
supuesto que soy sensible. El simple hecho de cuestionar mi sensibilidad ya me
cabrea. O quizás lo que más me cabrea es que haya quien se sienta conforme,
pensando que la cólera y la furia son sentimientos legitimados y que tenemos la
obligación de sentir, porque si no “es que no tenemos sensibilidad”. Maldita
sea que asco, que rabia me da que mi entorno esté tan envenenado, tan negro,
que la gente crea que es natural –y que por ello está justificado- el sentir
odio.
El mundo está alimentado desde
que nace con odio. Aversión. Un sistema de ¿defensa? O ¿de ataque? Un sistema
de defensa convertido en un arma terrible. ¿Contra qué o quién? No niego que existan
cosas que den mucho miedo, cosas que nos aterroricen hasta decir basta. Hasta
obligarnos a atacar, supongo. Quizás por esto es por lo que está justificado
odiar. Sentir ira. Pues en mi opinión es muy triste llegar a esa conclusión.
Legitimar así una actitud negativa es como justificar las agresiones físicas en
respuesta a una ofensa. A fin de cuentas, cuando descargas tu furia contra
alguien, le estás agrediendo. Estás atacando, hiriendo. Creando más odio, más
miedo.
El odio no es un sentimiento
justificado, ni mucho menos. Ante el miedo, uno no debe atacar para defenderse
del miedo, debe eliminar el miedo, hacerse fuerte. No crear un muro dentro del
cual poder moverte con seguridad. Hacerse fuerte consiste en saber moverse con
seguridad sea cual sea el terreno. No tener miedo te hace más fuerte. No sentir
odio te hace más fuerte. La furia y la ira no te hacen más “sensible” y mucho
menos más fuerte frente a las adversidades.
No sé si es que ya no tengo tanta
paciencia como antes o si es que ahora tengo mucho más amor propio que hace
cinco años. Sea como sea no me importa, porque sé que en mi interior, existe y
siempre existirá ese triángulo de las bermudas al que mando a morir todos mis
demonios y eso me hace feliz.
He conocido la paz. Porque he ido
a buscarla. Es una paz fría, y a la vez acogedora. Me permite sumergirme sin ahogarme. Y no voy a dejar que nada ni nadie me aparte de esta paz, que si bien no es la más equilibrada me ha permitido reconciliarme conmigo misma. No, no será ese
mi modo de caminar a través de las adversidades, sean del tipo que sean. Ni tampoco será mi final,
morir cargada de odio y miedo, víctima de mí misma. Ser a la vez la única culpable, víctima y testigo.
Lo que más siento de todo esto,
es tener que contradecirme, aunque no se si es odio. Creo que es pena, lástima. Aunque, como ya he dicho, las cosas funcionan mal dentro de
mi cabeza.
En cualquier caso, un abrazo, un beso muy fuerte y espero que sigas ahí. No se si los fantasmas pueden leer el pensamiento, pero sería fantástico, porque tendría muchas menos cosas que explicarte. Se me da muy mal. Crucemos los dedos.