Tengo un lobo guardián que me protege por las noches no dejándome dormir y durante el día es mi sombra. Me muerde las manos y los pies, no me deja estarme quieta. A veces es capaz de meterse en mi cabeza y me arranca la tristeza de un ladrido, aunque es igual de fugaz esa alegría que me contagia. Me gusta darle besos cuando duerme porque siento latir su corazón bajo mis manos y su calor acariciando mi cara. Me llena el pecho de esperanza cuando le contemplo y de pronto se despierta y me mira "¿Por qué no luchamos?".
No estoy vacía del todo, tengo demasiados amuletos, demasiadas cosas que proteger y mucho amor repartido entre demasiadas cosas. Y demasiadas personas. A veces no lo controlo y se lo cedo a quien no debo. Me da dolor de cabeza y de pecho. He comprendido que soy tan humana como el resto, que me enamoro ciegamente y que defiendo mi amor como una madre loba, a bocados y zarpazos. Eso tampoco lo controlo. A veces me muerdo a mi misma cuando quiero herir mis sentimientos y hacerlos desaparecer. Y me vuelvo loca. Me hacen pasar días como hoy, temiéndome a mi misma hasta enterrarme en la cama, mientras mi cachorro me vigila "Tranquila, yo te protegeré, nadie te molestará."
Soy una pésima madre. Y amante. Y amiga. E hija. Pero los días siguen pasando, y yo me sigo levantando con las persianas, pensando que hoy será un buen día.
Espero que pronto llegue el día en que deje de tener miedo de lo que siento, de sentir con mesura, de no excederme en mis pensamientos. Hay futuros que no merecen tanto sufrimiento.
Homo homini lupus.
Homo homini lupus.
Hace mucho tiempo que no te escribo ni una maldita carta.