martes, 29 de marzo de 2016

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Sueños muy recurrentes últimamente:

Me pierdo en un supermercado inmenso que está a punto de cerrar. Quiero comprar muchísima comida deliciosa y caprichos que me gustan y veo en los expositores, pero me da la ansiedad porque no debo hacerlo, porque luego no podré llevarlos a casa y tendré que esconderlos o comérmelos muy rápido por el camino. Acabo corriendo a toda prisa por los pasillos con el monedero en las manos, viendo cómo se apagan las luces y cómo al final, salgo por la caja sin comprar nada, con ganas de llorar y llamándome idiota a voces. Estoy rodeada de personas que yo se que han fallecido, pero sin embargo éstas siguen vivas. Interactuo con ellos siendo consciente de que eso no es posible, pero me dejo llevar e intento disfrutar de su compañía, sus voces... Siempre estoy en un sitio que reconozco, mi casa, la casa de mis abuelos, mi casa del pueblo... pero siempre está distorsionado o las cosas cambiadas de sitio, lo cual me crea mucha inquietud. Voy corriendo de un sitio a otro desconcertada mientras sigo escuchando cómo estas personas conversan conmigo. Me agobio mucho porque no se salir, ni encontrar lo que busco, y al final acabo llorando frente a estas personas que intentan consolarme. Se me llena el pecho de nostalgia, se enturbian las imágenes. Estoy en un jardín inmenso, de noche, está iluminado con farolas y tengo que atravesarlo, mientras mato personas que aparecen de la nada que me quieren atacar. Tengo todo un arsenal, cuchillos, pistolas, shurikens, martillos, una pistola de clavos... Pero no mueren con facilidad, se vuelven a levantar, lo que me genera un pánico tremendo. Me persiguen, tengo que atacarles varias veces para que mueran definitivamente. Soy consciente de que no puedo escapar, de que no voy a salir del jardín, así que me concentro en matarlos a todos, esconderme para emboscarlos, esquivar sus ataques. El sueño acaba cuando de pronto algo me hiere, y duele, caigo al suelo y veo como todos, incluso los que creía haber matado, vienen hacia mi. El pánico me invade. Estoy conduciendo el coche, y hago maniobras muy temerarias, pero me siento muy segura de mi misma y no me importa. Cuando por fin llego a mi destino, el coche no frena, la palanca del freno de mano está rota, o piso por error el acelerador en lugar del freno y destrozo el coche. Yo no sufro daño, pero no puedo bajar del coche, porque éste sigue en movimiento, y no puedo pararlo. Llamo la atención, la gente me grita, y no se como arreglarlo porque me siento atrapada y sólo puedo pensar en cómo van a reaccionar mis padres. Estoy en un campo, o un edificio enorme. Hay muchísima gente, y yo estoy haciendo algo, me interrumpen, y tengo que salir corriendo. Esta noche ha sido una tormenta de arena que me obligaba a buscar refugio para mi y mi ganado, porque era pastora. El otro día fue que tenía que llegar corriendo a mi clase, pero tenía que atravesar clases atestadas de gente y ruido, y pasar por encima de ellos molestando y sintiéndome un estorbo. Otra vez era mi propia ciudad y tenía que llegar corriendo a una tienda antes de que cerrase y me perdía, y se hacía de noche y no sabía volver. Otra vez fue que tenía que coger un avión, pero estaba en mi pueblo y no había hecho la maleta, daba carreras por la casa, inusualmente enorme, llena de patios, echando y sacando cosas de la maleta porque no me decidía y me agobiaba. La casa estaba llena de zombis y tenia que salir corriendo sin que me vieran, cargando las maletas y con la sensación de que olvidaba algo, y de que iba a perder el vuelo. Otra vez soñé que estaba en una plaza enorme, llena de gente y de vida, un sitio precioso. Quería llevar a mis amigos a un sitio genial, y cuando por fin llegábamos, había pasado el día y se tenían que ir todos, dejándome sola. Llego una hora tarde al psiquiatra, el cual se ríe de mi, enfadado y recalcando lo torpe que soy. A mi familia se le olvidó despertarme, y por eso no llegué a tiempo, pero eso no le vale de excusa. Le parece una falta de respeto y no quiere volver a verme, me odia y yo lloro muerta de miedo y de vergüenza, mientras mi madre y mis hermanos son indiferentes. Él se va dando un portazo y yo lloro y grito muy enfadada. Estoy en unos grandes (infinitos) almacenes, mirando cosas. Voy buscando una cosa, pero no se qué cosa es. Doy vueltas, como por un laberinto, mirando todos los productos, que van desde telares, hasta utensilios de cocina, ambientadores de coches, ropa, cafeteras, colonias, productos de limpieza... Todo es carísimo, pero quiero algo, aunque no se el qué, porque no quiero gastar mucho dinero. El dueño me dice que si no voy a comprar nada que me marche, y yo al final no compro nada y me voy triste y frustrada. Mi madre se muere y yo no puedo dejar de llorar. Mi hermana pequeña no llora y me abraza, vamos a ir al funeral y hay que estar presentables. Mis tíos paternos me dicen que llorar no sirve de nada y mi hermano, sale de su habitación preguntando que qué pasa, que a dónde vamos. Me lleno de rabia y lloro aun más, sintiendo que me va a explotar el pecho. 

Es tan confuso como parece. Nunca vienen solos, siempre van mezclados. Si coges todo esto y lo metes en una batidora se convierte en los motivos por los que no duermo a gusto desde hace meses. Se me atraganta el exceso de recuerdos, la muerte, los espacios enormes, la ansiedad y la indecisión. 

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Ahora escribo en un cuaderno muy pequeñito todas las cosas que quiero ordenar en mis pensamientos. Lo llevo siempre encima, aunque much...