viernes, 13 de noviembre de 2015

580

Últimamente siento la necesidad de escribir aquí todos los días. Quiero dejar constancia de todo lo que siento porque yo misma no doy crédito de ello. A veces me aterra y otras me calma. Y luego lo leo todo y es como ver una película de miedo una y otra vez. Hay a quienes les gustan las películas de miedo. De locos está lleno el mundo.

Mi película de terror de ahora es la de comer. No entiendo muy bien que parte de mi cabeza se ha roto para que yo rechace/evite/deteste la hora de comer. Me da angustia. No me apetece, estoy llena de tristeza, no cabe ni una galleta.
La sensación de que me va a explotar el pecho de la presión que siento cada vez que me preguntan que qué quiero de comer no la había sentido nunca.
Vivo en una familia dada al buen comer. Es imposible no comer en esta casa si estas acompañada. Y eso me da más ansiedad, porque me veo obligada a comer, a fingir que estoy contenta comiendo, que la comida me gusta y me apetece un montón. Cuando en realidad solo pienso en cómo podría deshacerme de ella sin que pase por mi boca.
No se qué pensar. Me decepciono a mi misma. Pero mi estómago se cierra en banda y mi corazón empieza a latir más fuerte de lo normal. Ojalá la tierra me tragara en esos momentos. En esos momentos desearía estar bajo el edredón, y dormir y seguir alimentando al monstruo. Que como he dicho, se alimenta de una tristeza que nunca se me agota. Tengo la barriga llena de tristeza y eso mi cabeza no lo entiende.
Por suerte o por desgracia últimamente no me domina la cabeza, por mucho que esta se pelee a muerte contra el resto de mi cuerpo.
A ver si me cambian la bombilla o me apago ya del todo.

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