No has nacido para dar pena, gilipollas. Cállate y sigue caminando, como todas las personas, normales, decentes y decididas que nos ponemos una meta en vez de tanto llorar. Nada de lo que digas va a parar el tiempo, a hacer más suaves los obstáculos ni a ablandar las circunstancias así que: ¡ Cállate ya, hombre!
Que ganas tengo de que llegue la hora de marcharme.
Será un puto grito a la libertad, de una vez por todas.
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